"Por qué no le pedís ayuda a tu papito". Cuentan que así le habló David Nalbandian a Juan Marín DelPotro en aquella final de Copa Davis de 2008 en Mar del Plata, un obsequio de "la Legión argentina" a "la Armada española", que se coronó campeona sin su número uno, Rafael Nadal, y con todo un estadio en contra.
Fue acaso el punto más bajo de Nalbandian, cuyo deseo de que esa final se jugara en Córdoba dañó la preparación y el clima interno, aunque la responsabilidad mayor de la inesperada derrota recayó tal vez en Del Potro, que era el mejor y llegó del Masters en malas condiciones físicas e inició allí una relación traumática con la Copa Davis.
Curioso, la aparición de Del Potro, lejos de apuntalar el sueño de Nalbandian de darle al tenis argentino lo que no se pudo en tiempos de Guillermo Vilas y José Luis Clerc, terminó convirtiéndose en un búmeran y la Davis cumplió una vez más su maldición: comenzó como un sueño, terminó siendo pesadilla. Nalbandian sintió derechos lógicos.
El tenis venía de capa caída, encima opacado por el boom -fugaz- del padel. La vuelta al Grupo Mundial, fue en 2001 con Gastón Gaudio, Guillermo Cañas, Franco Squillari (en 2000 en Roland Garros se había consagrado primer argentino semifinalista de un Grand Slam en 18 años) y Luis Lobo, con el capitán Franco Davin. Ese mismo año nació el apodo de "La Legión", creado por Pier Squillari, hermano de Franco. David se sumó al año siguiente y, bajo su liderazgo, Argentina llegó a 3 finales (2006, 2008 y 2011) y a seis semifinales (2002, 2003, 2005, 2010, 2012 y 2013). Y es el único país que se mantuvo las 12 últimas temporadas siempre dentro del Grupo Mundial.
Llegó a ganarle a Australia en el césped de Melbourne, llevó a Rusia a un quinto set en Moscú y puso contra las cuerdas a España en Málaga sin los titulares (jugaron Agustín Calleri y Juan Martín Zabaleta). David ganó 39 de sus 50 partidos (23 en singles y 16 en dobles) y perdió 11 (6-5). Pero Argentina no ganó nunca el torneo, ni siquiera cuando tuvo a cuatro top ten en el equipo (en 2005) ni cuando tuvo a una España disminuida en la final de Mar del Plata. Y el sueño pendiente de la Davis, ahora que David anunció su retiro definitivo, parece cada vez más utópico.
Porque Nalbandian fue la joya de La Legión, del grupo de tenistas que, después de Vilas-Clerc, sumaron 55 títulos individuales, en superficies ya no solo lentas sino también en las rápidas. El punto culminante fue acaso la final argentina de Roland Garros 2004 que Gaudio ganó en cinco sets al "Mago" Guillermo Coria, una edición en la que, si Juan Chela no caía ante Tim Henman, las semifinales habrían sido monopolio argentino. Así fue en semifinales del Masters Series de Hamburgo 2003 ganado por Coria (completaron el cuadro Calleri, David y Gaudio). Si Coria hubiese ganado a Gaudio aquella final de Roland Garros habría quedado a un paso de ser número uno. Perdió y sucedió todo lo contrario. David aportó la final de Wimbledon 2002 con apenas 20 años y, su obra máxima, la Copa de Maestros 2005, a la que llegó, bueno es recordarlo, convocado de emergencia, después de pasar 10 días sin tocar una raqueta, y sin deseos de dejar a los amigos en la Patagonia, donde pescaba y se divertía. Cómo olvidar la final ante Roger Federer: 6-7 (4-7), 6-7 (11-13), 6-2, 6-1 y 7-6 (7-3).
Fue el más importante de sus 11 títulos (más 13 finales). Pero, más valioso aún, fue su tenis de inteligencia táctica, gran revés a dos manos y un arsenal de recursos ante rivales que sacaban mejor, le pegaban más fuerte y corrían más. Por eso pudo ganarle ocho veces al Federer que era rey, y también a Nadal, Novak Djokovic, Andy Roddick y a todos los que en estos últimos días lo elogiaron cuando anunció el adiós y le dijeron que disfrutaron con su tenis.
Flexibilidad de muñeca y gran timming fueron claves para que ese célebre revés a dos manos lograra ángulos imposibles. Llegó a ser 3 del mundo y acaso esa habitual omnipotencia criolla llevó a decir esta semana que no fue número uno solo porque no se lo propuso. No tuvo, eso sí, la obsesión que tenía Vilas. Acaso así, tomándose varios recreos, lograba luego rendir como quería. Otro dato poco mencionado es que jamás fue siquiera rozado por el lado oscuro de La Legión, los casos de doping que afectaron a Coria, Chela, Cañas y Mariano Puerta (justamente porque dio positivo se excluye entre los destaques su final de Roland Garros 2005).
Como a Vilas con Clerc, tal vez a Nalbandian le costó asimilar que acaso dejaba de ser "el Rey David" cuando apareció Del Potro y el tenis argentino pasaba a tener un nuevo número uno. Los colegas que más frecuentan el circuito lo describen como ambicioso, arrogante y mal educado. Citan como ejemplo, apenas uno de tantos, la forma en que, supuestamente, se negó a dejar su lugar a otro deportista en una Villa Olímpica cuando fue eliminado: preguntó si acaso no sabían quién era él y dijo que con el dinero que tenía podía comprar toda la Villa. Le importó el dinero, claro, pero el torneo que más le interesó, la Copa Davis, es el que suele repartir menos plata (excepto la locura que ofreció Daniel Scioli para cambiar a Córdoba por Mar del Plata la final de 2008…y abrir las puertas a un conflicto que jamás se resolvió).
Acaso ahora que Nalbandian se retiró, Del Potro pueda recuperar cierto orgullo blanquiceleste y retornar como líder para que la Argentina siga al menos dentro del Grupo Mundial de la Davis. Lástima que no quiso o no pudo o no lo dejaron asociarse con David. Y que, cuando pudo asumir el liderazgo con David ausente por lesión, como sucedió el año pasado ante República Checa, ofreció una imagen pobrísima ante sus compañeros. A los 39 años, sobreviviente de un cáncer de testículo que lo tuvo cerca de la muerte, Lucas Arnold, que participó en 14 series de Copa Davis, contó hace unos meses al diario "La Nación" su desazón por todo lo que sucedía en la Ensaladera con el equipo argentino, desde Vilas-Clerc a hoy. "Somos el único país con tradición en el tenis que no ganó la Davis", dijo Arnold. Y agregó: "siempre digo que del deporte argentino somos lo peor que hay". No hablaba de la calidad individual, por supuesto. Hablaba del equipo.